El dramático aumento de las muertes de migrantes en la frontera entre Estados Unidos y México plantea serias preocupaciones sobre las políticas y prácticas de vigilancia existentes. Recientemente, los datos revelados por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de EE. UU. arrojan luz sobre una realidad impactante: al menos 895 personas perdieron la vida en el año fiscal 2022 mientras intentaban cruzar la frontera, lo que marcó un aumento alarmante en 57% en comparación con el año anterior. Trágicamente, esta estadística puede incluso estar subestimada.
Los funcionarios tradicionalmente han atribuido este trágico aumento a factores como Calor de verano, allá dureza del terreno desértico, y la crueldad de los contrabandistas, que abandonan a los migrantes a su suerte. Pero más allá de estos elementos, la constante expansión de las capacidades de vigilancia de la CBP juega un papel importante en este problema. De hecho, un estudio de la Universidad de Arizona encontró una correlación significativa entre la ubicación de las tecnologías de vigilancia, las rutas tomadas por los migrantes y la ubicación de los restos humanos encontrados en el desierto del sur de Arizona. Al empujar a las personas a terrenos más hostiles, la vigilancia pretende disuadir los cruces, pero también aumenta los riesgos para las vidas de los migrantes.
Esta situación empeora con el uso de políticas como Título 42, establecido con el pretexto de la pandemia de COVID-19, pero que ha servido como herramienta para deportar a muchos migrantes a México sin audiencia, añadiendo peligro adicional a su viaje. A pesar de su derogación, el debate sobre el control de fronteras sigue vivo y todavía se están considerando nuevas medidas similares a las del Título 42, con el pretexto de gestionar los flujos migratorios.
Lo que también es sorprendente es el nivel de tecnología empleada por CBP, incluyendo Drones depredadoresy una red de cámaras de vigilancia permitiendo una visión detallada de los movimientos en el desierto, desde oficinas con aire acondicionado. Estas herramientas, diseñadas como “multiplicadores de fuerza”, refuerzan la eficacia de la vigilancia pero al mismo tiempo aumentan los riesgos para los migrantes, obligándolos a tomar rutas aún más peligrosas.
La frontera entre Estados Unidos y México, con sus enormes extensiones desérticas y temperaturas extremas, siempre ha sido un punto de cruce peligroso para quienes buscan una vida mejor. Pero la tormenta perfecta desafortunadamente, la situación marcada por políticas de vigilancia intrusivas, medidas punitivas de desalojo y condiciones climáticas cada vez más extremas promete continuar. A pesar de los avances técnicos y legislativos, la esperanza de ver disminuir el número de tragedias parece escasa sin un cambio significativo en las políticas y una mejor consideración de los derechos humanos en la gestión de la migración.